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Feliz Navidad y Próspero Año 2015


AP-      El reconocimiento al maestro es básico

OM-      Básico y reconfortante para todos los que nos dedicamos a la docencia… Por eso que muchos alumnos en los cursos de máster te llamen profe querido) sólo prueba aquello que ven los alumnos, que te implicas con ellos, que llegas al despacho, después de las clases, y, no tendrías por qué, pero les envías mails personalizados de cómo mejorar cada proyecto. Yo, a veces, también pienso que los que nos dedicamos a dar clases, lo que debemos de hacer es intentar que cada proyecto de cada alumno sea mejor en la línea que el alumno ha escogido, no que sea parecido a lo que yo haría, porque, entonces, todo el mundo haría lo que yo hago. Creo que es importante que nadie sepa lo que yo hago ni lo que a mí me gusta sino que, después de pasar por mis manos, tengan la sensación de que han aprendido mucho y de que son mejores arquitectos (y mejores personas), en la línea que ellos quieren seguir: eso lo tengo muy claro. Creo que por eso, igual está mal decirlo, soy un profesor muy querido por los alumnos, porque te entregas de una manera brutal. Me acuerdo, ahora, de Antonio Paz, un profesor que tuvimos de física en primero de carrera que decía que la enseñanza es siempre insuficiente excepto en aquellos casos en los que es absolutamente innecesaria. Pues, a pesar de eso, me gusta dar clases.

Tengo cada año un centenar de nuevos alumnos e intento hacer siempre el esfuerzo de verme a su edad y me doy cuenta de que la gente, hoy en día, son mucho mejores que lo que yo era a su edad. A veces, como gato viejo, les insuflas, les preguntas cosas, porque tienes tus propias neuras y quieres ver qué efecto le hace, y entonces ves que cada cual responde de manera diferente; a veces se las explico a posteriori y les digo: a pesar de que no hayáis entendido algunas de las cosas que os he dicho ahora, de aquí a unos años las entenderéis. Un día hice el recuento y yo, desde que acabé la carrera, he tenido ya más de 3.000 alumnos… Y no me refiero a gente que ha asistido a conferencias mías, sino a alumnos, con nombre y apellidos, a los que he tenido que poner nota!. Eso, entre cursos en otros países y los que imparto aquí, Hubo un año en el que, sólo en la Escuela Elisava, daba hasta seis cursos con seis temarios diferentes… hasta que llegó un momento en el que me dije esto lo quiero escribir, no lo quiero seguir repitiendo, año tras año: hay un momento en el que yo pensé: ¿cómo me veo de aquí a cinco años?... y no me veía dando esa asignatura. Siempre hago ese ejercicio en la vida, programo mis trabajos a nivel de días, a nivel de semanas, a nivel de meses y a nivel de años, porque siempre hay unos trabajos que tienes que hacer de a diario y que, si no llego a hacerlos, los viernes por la tarde, cuando ya no queda gente en el despacho, o los fines de semana que trabajo habitualmente, me dedico a completarlos… Pero hay trabajos que, como las carreras de fondo, los incluyo en otro tipo de listas, en las de cosas a hacer a lo largo de las próximas semanas o meses y así tengo mis plantillas para llevar el control, incluso de qué libros leo o qué películas veo…

Tengo todo absolutamente ordenado, soy híper-ordenado. Tengo más de 25.000 libros y los tengo todos clasificados porque si no, no sabría qué tengo y dónde lo tengo, y este mismo orden es el que te permite saber que, antes de final de año, ahora que se acerca, quiero hacer esto o aquello, porque hay trabajos que sí son del día a día, pero, lo que no quiero, es que el día a día se me coma. Hay una frase que un ingeniero me dijo en una obra y me pareció fantástica hablando de un cliente común y que decía: “no dejes que lo urgente pase por delante de lo importante” (lo he contado al inicio de esta entrevista) y, lo que pasa es que lo que es urgente un día, cuando han pasado dos días y no has podido hacerlo, cuando ya no te lo reclaman, te das cuenta de que sólo era urgente, no era importante. Porque lo importante, lo único importante, es que el edificio quede bien, que funcione como edificio más allá de las prestaciones a las que también debe de responder.

Recuerdo, una vez, acabando la reforma integral del Centro Comercial La Illa Diagonal, cuando estábamos a punto de inaugurar, hubo un problema con un aire acondicionado que no cabía en uno de los diseños que habíamos hecho para las puertas de acceso y quedé para hablar con el ingeniero de la obra porque el industrial me dijo que teníamos un problema gravísimo. El ingeniero me dijo que eso no era un problema gravísimo, “¿qué pasa, que choca con la costilla que tu habías previsto?, pues cortamos la costilla o le quitamos la carcasa a la máquina”.

Hay un momento en el que entendemos que los arquitectos estamos en las obras para solucionar los problemas que surjan, no para complicarlas más. Si uno tiene claro estas cosas y si, sobre todo, es capaz de verse desde fuera, este ejercicio lo hago casi cada día: ¿dónde me veo de aquí a unos años?, ¿qué quiero hacer y qué querré hacer mañana?, y eso es lo que me ha permitido dejar de hacer una cosas o, empezar otras que, después, al final, me doy cuenta que he llegado a hacer porque me lo había planteado antes: quiero escribir un libro sobre esto, y lo tengo allí planteado y lo voy haciendo, con independencia del día a día y del trabajo que necesites. Lo que creo es que las cosas que a uno no le apetece hacer, las va dejando y como llega un momento en el que por narices las tienes que hacer, pues, si las tienes que hacer, las haces, y, al final, cumples, porque toca cumplir. Yo creo que es importantísimo, por ejemplo, toda esa previsión en mi política de irme a construir a otros países, de ir a dar clases, cada año, a Latinoamérica, de cada año publicar un libro (desde el año 2007, tenemos ya 8 monografías del despacho sobre diversos temas, que son unas cuantas ya)… el tema es no repetirse nunca. Y hacer sólo lo que otros no pueden hacer por ti.

Recuerdo que una vez que volví de Urbino, iba con Enric (Miralles) en coche, después de dar la conferencia en Barcelona a hacerlo en la Escuela del Vallés y me dijo Enric: “què els explicaràs en aquí?”y dije: “… pues lo mismo que he explicado aquí, porque son un público que también quiere ir a Urbino” y me dijo que me prohibía que explicara esto y lo otro. Yo le contesté que era lo más gracioso y había tenido mucho éxito. Te prohíbo que lo digas, lo has de hacer todo nuevo. Allí me enseñó una actitud. Luego, mucho después, leo una entrevista de Babelia de Herzog & de Meuron, en la que decían lo nuestro es hacerlo siempre igual, que es hacerlo siempre diferente y, al final, es un poco eso. Al final, te das cuenta de que, con todos los maestros a los que antes nombraba, lo que compartes son actitudes, preocupaciones, igual no el talento, pero compartes otras muchas otras cosas y a mí ya me vale. Yo cuando era joven quería ser más inteligente, hoy queriéndolo ser, no es un tema que me preocupe porque, con lo que tengo, pienso que ya puedo hacer lo que tengo que hacer.

Tener posesiones materiales nunca me lo planteé, por otro lado. Cuando yo estudiaba y me pasaba el día leyendo a Borges, a Vicente Alexandre y a toda una serie de gente, mi padre me decía que cómo perdía el tiempo leyendo tantas horas a escritores que no eran arquitectos y yo le decía que si un día quería ganar dinero con las mismas ganas con las que entonces tenía de aprender, ya lo ganaría. No, nunca ha sido un objetivo ganar dinero, como tampoco lo ha sido tener una casa fuera de Barcelona, eso llegó “por añadidura” pero nunca fue un objetivo. Lo que siempre ha sido (y continua siendo) un objetivo, ha sido hacer que las obras se expliquen por sí mismas y estén bien; y eso, uno, íntimamente, lo sabe cuando están bien o no están bien, no hace falta que te lo digan los otros, no te puedes hacer trampas al solitario. Incluso con clientes que te dicen está perfecto, tal o cual obra,…tú sabes dónde no lo has hecho bien, donde te ha faltado intensidad o aquella solución en la que no has dado la talla.

 

AP-      De alguna manera es como un hijo tuyo……..

OM-      Sí, pero en la medida en la que es hijo mío, lo es también de todos los que han participado en la construcción. Los contratistas hablan, entre ellos, diciendo esta obra es de Xedex, de Penta o de Ferrovial. En cambio los arquitectos decimos que es de Pep Llinàs, de los Terradas o de Ferrater. Y los promotores dicen que es de Metrovacesa, de Levante, de Colonial o de quien fuere,… ¿por qué? Pues porque cada cual habla de los de su especie. Esto es algo que a veces me hace pensar cómo, de hecho, todos somos dueños de todo, cada cual en lo suyo. Al final, no hay nada más bonito que los otros hagan suyas tus ideas que, al final, dejan de ser tuyas. Esto es muy gratificante. Con el tipo de carácter que tengo, me es más fácil, seguramente, que a otros arquitectos, pero sí, es muy gratificante.

En nuestro mundo hay muchas veces unos egos desmedidos y unas tonterías del tipo esto lo he hecho YO, que cansa: parece que el yo está por encima de no sé qué, y nuestra disciplina es coral. Yo tengo claro que, sin la gente que tengo no podríamos hacer lo que hacemos, sin los clientes no podríamos hacer lo que hacemos, sin tantas cosas no podríamos hacer lo que hacemos. Tanto es así que siempre lo comparo con una anécdota muy bonita que es la del pájaro: el pájaro se queja del aire porque dice que le produce rozamiento cuando vuela y, entonces, se cansa, pero lo que no sabe es que, sin el aire, no podría volar, que se aguanta gracias al rozamiento. Todas las cosas que nos molestan o nos entorpecen son las que nos permiten después seguir, lo tienes que asumir y como dicen los franceses “il faut jouer avec” o los ingleses “we have to deal with”. Y a partir de ahí saber para dónde tirar, saber navegar con tu barco.

 

 AP-     La internacionalización aparece junto con la innovación como dos caminos recomendables para afrontar el futuro de nuestra profesión ¿qué papel juegan y han jugado una y otra en su estudio?

OM-      Yo diría que la internacionalización es algo que nosotros hemos practicado ya desde el año 88, hace ya casi 30 años, cuando construí mi primera plaza en Francia en Blagnac. No lejos de ahí, en el año 93, nos dieron un primer premio de vivienda social en Francia por una manzana de protección oficial (HLM) que hicimos en Toulouse. Y así, desde entonces…

A mí, salir fuera, construir en lo que otros llaman el extranjero, me ha parecido lo más natural. Cuando uno habla unos cuantos idiomas, no me ha parecido que el extranjero sea extranjero porque, al final, es tu casa allá en donde te ganas la vida. Y, al final, si me dijeras de construir un edificio en Londres o hacerlo en Barcelona, yo igual hasta prefiero irme a Londres. Quiero decir que hay gente que diría “qué coñazo coger aviones” pero a mí estas cosas de viajar siempre me ha gustado y nunca me ha dado ninguna pereza, ni por razón del idioma, ni por lugar, ni por donde fuera. Evidentemente, no te vas a ir a Rusia a hacer la reforma de un piso pero, un día ganamos un concurso muy grande en Rusia que deberíamos de haber hecho, y, al final, no se ha hecho porque la crisis del rublo ha parado el tema, como tantas otras cosas (nos creemos que sólo tenemos crisis nosotros). Salid fuera y veréis.

 

La internacionalización, en mi caso, no ha sido tanto pues una necesidad de salir cuando el trabajo ha disminuido, sino ya una vocación temprana, con lo cual, cuando ya estabas fuera, pues has potenciado más tu rama de estar fuera. Antes yo decía medio en broma que mis proyectos en Francia eran “amores de verano” porque eran cosas esporádicas que iban saliendo a través de los respectivos socios locales (el socio local es fundamental cuando se trata de construir fuera), pero ya llegó un momento en el que dije nos lo vamos a tomar en serio, y así fue como me colegié en Lyon, y hemos estado trabajando como locales, como arquitectos franceses de origen de Barcelona, con todos los papeles en regla para construir y firmar fuera.

Evidentemente que todo esto te abre puertas pero, lo que aquí quisiera decir es una cosa que aprendí de mi amigo Mario Corea en una mesa redonda que compartimos en un encuentro organizado por el Grupo Vía, en el que dijo, con su profundo acento argentino: “Octavio, vos y yo nos internacionalizamos, pero los jóvenes emigran”. Claro, yo me voy a Londres y vuelvo a dormir a casa, y me voy a Suiza y tengo allí un equipo destacado, pero vuelvo a dormir a casa en el día, excepto si me quiero quedar un fin de semana para ver exposiciones o porque quiero ir a ver la obra de SANAA en Lausana, pero yo voy y vengo y, al final, tienes y firmas tu trayectoria desde aquí. Pero, si yo tuviera 25 años y no tuviera trabajo, la relación sería otra porque a todo le llamamos internacionalización, como a todo se le llama, a veces, trabajo. Creo que estas cosas es importante dejarlas claras.

En cuestión de innovación, deberíamos distinguir muy bien si se trata de una innovación técnica o si, por el contrario, es una innovación formal. Innovar es realmente muy difícil a pesar de que todas las obras respondan a un contexto concreto y un programa concreto, un cliente concreto y un lugar concreto. Pero sí que es cierto que, muchas veces, la innovación está ligada a la obligación normativa, quiero decir que el cliente, en el momento que es normativo que ponga placas solares, pone placas solares, no es que eso sea una innovación, y ya me entiendes lo que quiero decir. El cliente querrá ser sostenible desde el momento en que eso le permita tener un sello y éste le hará que alquile las oficinas más caras o que venda las fábricas a un precio diferente porque se posicionará, de otra manera, en el mercado.

Si esto no fuera así, si la sociedad no tuviera esta sensibilidad que nos lleva hacia una gestión de recursos que, por otro lado, es absolutamente necesaria, hay un momento en el que mucha gente no incluiría estas innovaciones porque les está bien y piensan que, al final, lo van a vender igual, que es lo que ha pasado con estos años de gran producción que ha habido, no sé si es bueno o malo porque, al final, se han hecho muchas cosas bien y se han hecho muchas mal también. Por eso, en cuestión de innovación, yo creo que hay que diferenciar muy bien entre lo que es una innovación desde dentro de la propia disciplina. Por eso todos nuestros últimos edificios son Leed Oro o Passive haus con lo cual digamos no eres una persona ajena a esto y, en este momento, tienes claro muchas cosas que antes no sabías o no tenías claras. Pero, sobre todo, también tengo claro que la arquitectura tiene que ser sostenible desde su propia disciplina arquitectónica, y cuando un proyecto acaba siendo una mierda porque está mal integrado pero resulta que el consumo es cero, seguramente no me interesa hacer ese tipo de proyecto, como arquitecto. Seguramente, la arquitectura tradicional, la de toda la vida, la de la masía de piedra de paredes de 80 cm de grosor, ésa siempre ha sido sostenible. La política se mueve por slogans: “unos son paro y corrupción…y nosotros regeneración y futuro”, me da igual el partido, el que tú quieras; pero sí creo que la arquitectura no debiera de moverse por ese tipo de slogans. Cuantos más adjetivos le pongamos a la arquitectura peor.

 

AP-      Yo planteo la innovación como una regeneración de ideas que tiene mucho que ver con lo que has dicho tú antes: estar siempre expectante a los que dicen y hacen unos y otros, escuchar, para acabarlas incorporando de una forma natural a lo que estás haciendo. Para mí, eso es innovar, algo que viene de una reflexión que permite aplicar ideas tuyas o de otros, en nuevos lugares.

OM-      Sin duda. Desde ese punto de vista que tú dices, lo que es interesante es ver cómo las ciencias y las artes se pueden fecundar las unas y las otras, como hay un trasvase de conocimiento de la biología hacia la arquitectura, pero también de la sociología u otras disciplinas.

Cuando di el discurso de la puesta de la primera piedra del edificio de la dirección del CERN (allá son muy formales y estos acontecimientos son una auténtica fiesta) y al tener que hablar, en tanto que arquitecto (por una cuestión de idioma, hablé yo y no mi socio y coautor del edificio, Francesco Soppelsa). Y así les dije una cosa que me parecía importante, allí son todos muy técnicos, muy científicos: todos físicos nucleares o ingenieros que generan los programas informáticos para controlar los aceleradores de partículas. Pues bien, a todos les mencioné una cita que tenía Coderch grabada en su mesa de trabajo con “dymo” que era de un chaval joven que vivía cerca de vosotros, en las montañas, llamado Albert, Albert Einstein, y que decía que, “en el misterio, está la esencia de la ciencia y el arte verdadero”. Y, a pesar de que, de alguna manera, los científicos se creen que el progreso es objetivo y la ciencia mejora al mundo, mientras el arte no, todo está relacionado. Es cierto que el concepto de progreso en arte no existe: por ejemplo una virgen del Renacimiento no es mejor que una virgen gótica, o una escultura del siglo XX no es mejor que una del siglo XVIII, porque el arte, lo que tiene que hacer, es representar a su tiempo (y no siempre los tiempos van a mejor); lo que sí que es cierto es que, si nos olvidamos del misterio, si nos olvidamos de las cosas no cuantificables, llega un momento en el que, al final, es muy difícil ligarlo todo, y entonces, hay un momento en que la esencia se pierde. Sin ir más lejos, Einstein se murió buscando la esencia del mundo, esa ley que hubiera permitido relacionar las leyes gravitatorias y las electromagnéticas. Lo cierto es que hay una única ley en la vida y esa ley está basada, muchas veces, en el misterio, en la sorpresa.

Yo, a veces, me planteo ¿quién conoce mejor una rosa, el que la huele y se la da a su novia, a la persona que quiere, o el que la disecciona y la mira en el microscopio para ver los sépalos, los estambres, el pistilo y no sé qué más?... Sinceramente, igual el poeta sabe más y mejor cómo es una rosa... Son puntos de vista que, me parece, que no debemos de perder nunca, en este contexto, cada vez más parametrizado, el futuro va hacia allí, pero al mismo tiempo, cada vez es más importante para darle la vuelta, a nivel de sorpresa. Yo creo que estas cosas son importantes, también.  

 

AP-      El  arquitecto especialista se  es imponiendo frente al  generalista ¿es  imperativo que  el arquitecto  se  especialice?  Y  por  otro  lado,  parece  que  internacionalmente  se  valora  la formación del arquitecto español y su conocimiento extenso ¿la nueva formación del arquitecto puede cambiar esa apreciación?

OM-      Yo recuerdo haber leído en un número de la Revista “El Croquis” una memoria de no sé quién que decía: en este país uno hace una biblioteca y acaba especialista en bibliotecas, porque sólo puedes acabar presentándote a concursos para hacer bibliotecas.

Por ejemplo, ahora si quiero hacer una escuela pública, tengo que llamar a mis amigos José Miguel Roldán y Mercè Berenguer o a Joan Casanovas o a una serie de gente para hacer un proyecto conjuntamente con ellos porque yo por currículum, aunque hayas hecho montones de cosas, no puedo optar ni a presentarme al concurso de turno. Creo que la propia administración, con estos temas de puntuación que tiene, no está ayudando a que entre savia nueva, me refiero, sobre todo, a los jóvenes para que puedan entrar en la rueda. Tienes que entrar desnudándote, porque lo exige el guion, cuando empiezas y, después, a partir de ahí, si ya has ganado 3, vamos a ver si lo puedes hacer solo.

Esto es tan complicado que yo sé que, por ejemplo, cuando he estado con proyectos internacionales en Rusia, en Argelia, en Colombia y en otros sitios en los que hemos ido a trabajar, además de un cierto fracaso que tuvimos en Estambul que prefiero no recordar, o cuando me invitan ahora, en Marruecos, a hacer un concurso restringido para hacer una ciudad universitaria y claro, yo no tengo currículum, entonces, lo primero que hago es hablar con Carles Jaén (del despacho de Brufau) y le pregunto ¿a quién puedo llamar? y entonces me dice: habla con Lluís Cantallops y su mujer, Marta Vicente, porque ellos han hecho varios Campus. Creo que la manera más lógica de cooperar con otros despachos es ir a medias y hacerlo a medias.

La gente te pide, cada vez más, una especialización pero yo sí que creo que, por otro lado, la formación generalista de los arquitectos nos permite llegar a cosas, ya no propiamente dentro de la disciplina arquitectónica, sino de la gestión, de la organización, de la edición… de otro montón de cosas que un especialista en hospitales no sabe. Yo, ahora, con un cliente con el que estamos haciendo un posible proyecto (y digo posible, porque aún no está encargado), me decía: “me gustaría hacer una clínica de 12.000 m²” y le dije que yo he hecho 3 clínicas y me respondió: “¿también hace clínicas?”: Yo hago lo que puedo, viviendas, escuelas, equipamientos, oficinas, sedes corporativas... Lo que pasa es que la gente te tiende a encasillarte. Para Inmobiliaria Colonial soy un arquitecto que toca patrimonio y hace edificios singulares. En cambio, para otra gente, sólo he hecho viviendas de promoción. Yo insistiría por ser generalista, aunque esto me haga perder muchos concursos a los que no puedo ni entrar.

Creo, para concluir, que la formación generalista que recibimos, en España, en general, es envidiada en todo el mundo, como eran envidiado los Colegios de Arquitectos que teníamos antes (ahora ya no son envidiados, no, claro que ya no sé lo que son, ahora es todo muy complicado, ha cambiado mucho la situación)

......

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